Durante los últimos 10 años, la industria automotriz comercial ha experimentado una serie de desafíos que han impactado al sector del transporte.

Los veredictos nucleares, los mayores gastos de mantenimiento, la reducción de la demanda de fletes y la infraestructura deficiente, agravados por una fuerza laboral que envejece y la escasez de conductores, han llevado al estado actual del mercado de seguros.

La fijación de precios y las reservas inadecuadas han dado lugar a primas que no se han mantenido al día con las pérdidas durante varios años. De hecho, las aseguradoras han tenido índices combinados de bajo rendimiento que han aumentado constantemente desde 2014.

Para compensar, las tarifas de las primas siguen aumentando, año tras año y en promedio, a dos dígitos.

Operando con márgenes de ganancia reducidos, los clientes del transporte continúan buscando formas de disminuir las pérdidas y mantener la rentabilidad. Y el comienzo de 2020 no fue diferente.

Entonces, COVID-19.

El impacto discordante de COVID-19 ha causado interrupciones en la industria del transporte. Varios segmentos han adaptado y reorientado sus modelos de negocio, mientras que otros se han visto obligados a detener sus operaciones.

Todavía hay muchas incógnitas con respecto a las repercusiones a largo plazo de COVID-19, ya que la economía, el desempleo, las órdenes de quedarse en casa y las regulaciones federales jugarán un papel en las perspectivas futuras.

La industria del transporte está siempre en movimiento, literalmente. A medida que los transportistas y los corredores intentan pronosticar lo que sucederá a continuación, ese movimiento continuo puede ser el único factor predecible.

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Fuente: Servicios de Colocación de Riesgo